La Ermita de San Blas

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Ermita San Blas

LA ERMITA DE SAN BLAS


SITUACIÓN Y ORÍGENES

La ermita se encuentra situada en la avenida de Carlos III en el paraje conocido con el nombre de San Blas. El desarrollo de la ciudad ha ido transformando el entorno, acogiendo las principales instalaciones deportivas municipales. Se sabe poco acerca de su origen, posiblemente sea un edificio del siglo XVII, ya que hay indicios de que pueda ser la ermita que aparece en el cuadro de la Batalla de Almansa, de 1707, con el nombre de San Salvador.

Se piensa que a lo largo de los años ha cambiado de nombre varias veces; en 1756 estaba bajo la advocación de Nuestra Señora de los Desamparados, y a finales del siglo XVIII o principios del XIX pasó a llamarse ermita de San Blas.

HISTORIA Y DESCRIPCIÓN

Perteneció a diferentes familias locales, siendo los Ulloa los últimos propietarios. De su cuidado se encargaba una «Santera», la última fue Eugenia Villaescusa Guirao. Tuvo un papel relevante en las tradiciones, y llegó a ser centro de gran interés en el que se realizaban diferentes actos religiosos.

Para celebrar la festividad de San Blas se organizaba una feria con puestos ambulantes y galeras, se realizaban rifas, se bendecían rollos decorativos adornados con lanas de colores (que llegaban a ser auténticos prodigios artesanales) y se repartía el «Pan Bendito» que, según dice la tradición, había que comerlo para que trajera buena suerte.

San Blas es el abogado de las gargantas y como ofrenda le llevaban garrafas de aceite, con el que se realizaban las típicas «mariposas ardientes», poniendo este aceite con agua en un cuenco de forma que flotara, un cartón con corcho y una mecha encendida. Estas mariposas permanecían mucho tiempo iluminando la ermita.

En la Guerra Civil se destruyó el interior y, a fin de que fuese restaurada, la ermita fue donada al Ayuntamiento, aunque por problemas económicos no pudo llevarse a cabo dicha restauración. La ermita dejó de ser un lugar dedicado al culto y se secularizó albergando unas veces aperos de labranza, otras el vacío e incluso un transformador eléctrico, llegando así hasta el momento en el que se realizaron las últimas restauraciones.

Es un edificio barroco, posiblemente de los siglos XVII y XVIII, de planta cuadrada de aproximadamente
ocho metros de lado, a la que se adosa por el este un camarín rectangular. Los muros son de mampostería de
piedra caliza sin aparejar, con enlucido exterior y pequeños ventanales en la parte superior y en el camarín. La
cubierta es una cúpula sobre falso tambor, rematada por una veleta de forja única.
En el interior destaca la decoración vegetal a modo de bajo relieve, pintado con colores llamativos sobre fondo blanco. La temática de estas yeserías policromadas, de estilo barroco, es mariana. 

Se pueden ver cuatro hornacinas, que podrían haber albergado a los cuatro evangelistas que se encuentran representados en la parte superior junto a angelotes. San Blas estuvo en otra hornacina, en el lado izquierdo de la nave. En el frontal se abre el camarín, hace tiempo delante de éste hubo un retablo barroco dorado con una imagen de la Virgen de los Desamparados. En las últimas obras se encontraron restos de azulejería valenciana, azulejos que pudieron haber decorado las basas de las pilastras o tal vez el suelo, ofreciendo un espectáculo de luz y color cuando las «mariposas» se encendieran.

El Plan del Conjunto Histórico de Almansa protege la Ermita de San Blas, lo que permitió, en 1984, comenzar su restauración con el fin de que albergara la Oficina de Turismo. La rehabilitación se realizó respetando las características formales y constructivas del edificio, en base a tres proyectos: cimentación; restauración del interior y ajardinamiento. Así Almansa cuenta con un nuevo proyecto turístico, y la ermita de San Blas vuelve a tener relevancia en la vida local como la tuvo antaño.

 


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